La espera se hizo larga pero este viernes al fin pude ver este gigantesco montaje sin igual en el mundo del rock y puedo decir que salí satisfecho. No ha sido el bolazo de mi vida, ni muchísimo menos. Este tipo de macro-conciertos donde el aspecto visual, con su mastodóntica producción, quita cierto protagonismo a lo estrictamente musical, no suelen hacer mella en mi conciencia, aunque ya sabía que tenía que mentalizarme de lo que iba a ver. Por norma, me gustan más los shows sin tanta parafernalia pero hay que reconocer que lo del viernes estaba todo en su sitio y era digno de ser visto una vez por lo menos en tu vida.
El espectáculo fue de traca con una puesta en escena deslumbrante. A veces incluso me abrumaba y me sobrepasaba tanta producción. En ciertos momentos me daba la sensación que no sabía dónde poner los ojos ya fuera con los fuegos artificiales, los muñecos hinchables, el cerdo volador, la enorme pantalla circular, la construcción del muro con los enormes ladrillos de cartón, las secuencias de imágenes que se iban proyectando en el muro o el alucinante juego de luces. A parte de toda esa parafernalia, habría que destacar desde mi posición, el impecable sonido que reinó durante toda la actuación. Quizás en alguna fase sonaba un tanto alto pero en reglas generales de lo mejorcito que he podido escuchar en este tipo de acontecimientos.
En cuanto a Rogers, al estar en primera fila y a escasos metros, no pude apartar la mirada ante su figura. Este hombre tiene un magnetismo especial. Se le ve agusto, muy sonriente, en forma, muy cuidado físicamente y encima estuvo amable con el personal. Sorprendente, sobre todo cuando siempre me pareció un tipo bastante arisco.
En definitiva, un gran show que cualquier aficionado al mundo del rock debería de presenciar ahora que uno de sus principales creadores ha vuelto a actualizarlo. Ya sólo falta que la maquinaria Pink Floyd se vuelva a poner en marcha algún día ahora que la paz vuelve a reinar entre sus miembros y poder superar semejante ceremonia. Creo que lo firmaríamos sin dudar todo los presentes el viernes noche en el Palacio de Deportes de Madrid.