Mientras viajaba para irme al pueblo de mis padres a solucionar unos
temas personales que me tenían algo preocupado, tuve a bien de incluir la
noche anterior este disco de AC/DC en mi iPod.
Lo tuve fácil y no me quise complicar mucho la vida. Fui
directamente a por algo de Motörhead ( “Overkill”, of course!!) y también sin pensármelo mucho hacía la letra
A con ¡AC/DC! para irme con un buen chute de adrenalina en el cuerpo. Esta vez no
fui ni a por el “Powerage” (que suele ser la elección de casi siempre), ni a por
el “Back in black” (otro de mis imprescindibles artefactos) sino a por el
“Ballbreaker”, que me sigue fascinando después de tantos años.
Y bueno, ¿qué puedo decir de esta maravilla? Pues sencillamente me parece el mejor disco de AC/DC de la era Johnson, si exceptuamos el descomunal “Back in black” que obviamente juega en una liga superior. Sin duda, la producción de Rick Rubin con la ayuda de Mike Fraser o
la presencia nuevamente de Phil Rudd a la batería fueron un factor determinante
para el resultado final de este genial producto.
Han pasado cerca de 20 años y suena tan fresco como el
primer día. La producción no se resiente ni un ápice y canciones tan
genuinamente adictivas como “Hard as a rock”, “Hail Caesar”, “The furor”, “Whiskey on the rocks”, la vacilona “Boogie man” o ese cañonazo que da título a la obra
como es “Ballbreaker”, son un aval incuestionable para defender este disco por
todo lo alto. Van pasando las escuchas, que ya se cuentan por centenares en mi
caso, y sigue el puñetero “Ballbreaker” sonando
fabulosamente bien en tus auriculares. Con este nuevo capítulo discográfico de
los hermanos Young, no cabía duda que demostraban una vez más que los maestros
seguían en su trono gracias a su inigualable destreza.