
Bingham se nos presenta en este nuevo trabajo con canciones más desnudas y menos elaboradas, en la mayoría en clave acústica y en un tono muy triste. Da la impresión que quiere reforzar más su faceta de cantautor folk siguiendo la estela de Woodie Guthrie, Dylan o Townes Van Zandt, aparcando la fuerza que desprendían sus composiciones de sus dos anteriores trabajos.
Quizás cambie de opinión dentro de unas semanas, no será la primera vez que me ocurre, pero con media docena de escuchas lo veo un tanto aburrido y soporífero. No me llega al alma en ningún momento y esos 50 minutos que dura este álbum se me hacen eternos. Además tampoco ayuda nada que estemos en pleno verano y no esté muy por la labor por escuchar este tipo de discos más apropiados para oír en la oscuridad de tu salita o en una estación como el invierno. El cuerpo me pide otra cosa y esta nueva propuesta de Bingham me ha dejado más frío que la nieve.
Tampoco es cuestión de darle muchas vueltas al asunto. Es un trabajo menor pero aun así seguiré confiando en el futuro en este hombre porque considero que tiene todavía muchas cosas por ofrecer y cualquiera tiene derecho a tener un pequeño tropiezo ¿no?