Hasta hace poco no me he puesto seriamente con la nueva
obra de Leroy Powell y sus Messengers. Tenía bastante interés en escuchar esta
nuevo conjunto de canciones, pero por otro lado se me han ido acumulando otras
novedades como las de Bowie, Emmylou Harris & Rodney Crowell, Eric Burdon
o Tom Keifer, y la verdad sea dicha, lo
tuve un poco arrinconado de manera injusta.
Es cierto que las primeras impresiones que obtuve al
escucharlo me dejaron un tanto frío. Me esperaba algo impactante como sucedió
en obras como “The snowblind moonshine deathride” o esa maravilla que brilló
hace ya tres años de manera notable, “Atlantis”, que en mi caso me sirvió para
conocer su música. Retomando más en serio esta obra, fui poco a poco
sumergiéndome en esta nueva proposición y, si bien no está a la altura de sus
predecesores álbumes, puedo afirmar que tiene muy buenos momentos y que
satisfará a los que tenemos a este tipo en una buena estima.
Al principio, lo que puede llegar a despistar un poco es
el tono relajado de la primera parte del disco, que es claramente de corte
country, muy apoyado en preciosas melodías con ejemplos en “It hurts too much
to cry”, “Send me out the door” o “Satan put it on my tab”, combinado con temas
más dinámicos como “you’re driving out” o la más chulesca “Cut them loose”. La
segunda parte es radicalmente opuesta y Leroy Powell se nos pone más rebelde motrándonos
su faceta más hard/bluesy con poderosas demostraciones en “Cannonball”;
“Straight up”, que suena a ZZ Top en cada estrofa; “Blood in the sky”, con un
estribillo perfecto para vociferarlo a los cuatro vientos, o “The agent of
death”, el tema más duro y contundente de este nuevo esfuerzo.