Hubo un tiempo que anduve como un loco en la búsqueda y captura de este disco. No había manera de localizarlo por ningún lado. Ciertamente tuve referencias sobre este artefacto varios años después de publicarse y cuando le quise hincar el diente ya estaba totalmente descatalogado. Pero al final y con bastante tesón di con el preciado tesoro en una vieja tienda de Madrid y recuerdo estar nervioso como un flan durante todo el trayecto de vuelta.Las referencias no podían ser mejores, el guitarrista de Ozzy Osbourne, un fuera de serie como Jake E.Lee, había formado una banda con dos ex componentes de Black Sabbath como Ray Gillen, un portentoso vocalist,a y Eric Singer, mundialmente conococido por ser batería de varias formaciones que todos conocemos; completaba el cuarteto al bajo Greg Chaisson. Todas las revistas especializadas ponían este disco en un altar y las ganas de escucharlo eran tremendas pero en aquellos años no bastaba con un simple clic y bajártelo, o te lo pasaba un colega o directamente tenías que pasar por caja para saber a que sonaba.
Recuerdo que la primera impresión me dejó con la boca abierta. Aquella banda sonaba poderosa, sin fisuras…como una roca. Hard rock con una base bluesy a la altura de las cumbres más altas. Los riffs atómicos de Jake E.Lee no te dejaban ni un respiro y parecían salir de otro mundo, el soporte rítmico de bajo y batería siempre estaba en primer plano, pero lo mejorcito era la voz prodigiosa a cargo de Ray Gillen, algo sobrenatural, llena de fuerza con una clara referencia y casi similar a Mr Plant.Este primer disco salió al marcado en el año 1989 en pleno auge de bandas californianas y a pesar del escaso éxito en ventas, lo considero uno de los mejores discos publicados en esa década porque es sencillamente colosal y sublime.
¿Quién se puede resistir a una avalancha de temas como estos? Lo que tenemos entre manos es un fabuloso “masterpiece” plagado de momentos inolvidables. Imposible no dejarse llevar por la fuerza de “High wire” o “Hard driver”. La máxima influencia del grupo, o sea Led Zep, recorre todos los surcos del álbum especialmente en “Winter’s call” y sobre todo “Seasons” que parece salir directamente del "Physical graffiti". Y mi favorita “Streets cry freedom” hace parte de tu existencia desde el primer instante que la escuchas.
Lástima que las tensiones en el seno del grupo y la muerte prematura de Ray Gillen nos dejará simplemente tres discazos y este “Badlands” como la joyita de la corona.
Si queréis hard rock clásico de primerísima calidad y que borre de un plumazo a todos estos grupos de juguete que predominan en estos tiempos, la elección es bien clara: Badlands!!!


















Sam The Record Man llevaba más de medio siglo vendiendo discos en la calle principal de la ciudad, concretamente Yonge street. Una calle kilométrica llena de restaurantes, tiendas de souvenirs, ropa, pero sobre todo lo que más imperaba era esta fantástica tienda con un par de vinilos enormes que dominaban toda la fachada y que servían de perfecto reclamo para entrar y no salir en horas. No lo tenía fácil los últimos años ya que justo al lado se encontraba la franquicia inglesa HMV que tenía unos precios mucho más competentes pero la gran diferencia es que en Sam te encontrabas joyas muy dificiles de localizar, descatalogados o ediciones australianas y japonesas. Con eso HMV, Tower Records o Virgin Megastore no podían competir. Es más Sam The Record Man, tenía otra ventaja y es que te aseguraban encontrar en pocos días cualquier disco publicado, nada era imposible para ellos e intentaban cuidar al coleccionista al máximo. No era la típica tienda donde el lugar estaba repleto de merchandising de todo tipo como sucede hoy en día en la fría e impersonal Virgin. Quizás el único pero eran los precios un poco altos y a veces abusivos de ciertos discos. Todavía recuerdo una edición europea del “A hard Road” de John Mayall por cerca de 50 $ canadienses. Pero qué gozada era pasear por esos pasillos repletos de CDs y llevarte un buen puñado de ellos difíciles de localizar.








