El martes 19 de abril fue el día elegido y la ciudad Atlanta testigo para tal acontecimiento. Ni qué decir que después de algo más de una semana sigo en estado de shock y acordándome del concierto como algo único que posiblemente no se vuelva a producir nunca más. El propio Bob Seger afirmó que ya era hora de dejar los escenarios y sólo entrevió una segunda parte de esta gira para presentar su nuevo disco a finales de año. Sea lo que sea, sólo puedo decir que este hombre con sus 65 años a sus espaldas está hecho un toro y se mantiene en una forma que ya quisieran muchos de las bandas noveles que se inician en este mundo llamado Rock’n’Roll. Además, es increíble el pedazo de vozarrón que todavía atesora. Si hay algo que tuviera que destacar por encima de todo sería sin duda su voz. Impresionante, no hay otra definición posible y encima todavía estaba aquejado de un resfriado, según dijo, pero nada parece detener a este coloso de la música americana que desgraciadamente no tiene el reconocimiento que tienen otros en nuestro país.
Pero América es algo distinto y Seger es toda una leyenda que llena pabellones como el Sant Jordi o el BEC, algo imposible de imaginar en nuestro territorio. Daba gusto ver a la peña un par de horas antes del bolo, todos ataviados con sus t-shirts cenando fast food y esperando ansiosos la apabullante demostración de poderío del de Detroit. La media de edad del público te chocaba un poco porque rondaba los 60 años pero es algo lógico teniendo en cuenta que este hombre lleva en el mundo de la música desde el 69 cuando sacó su “Ramblin’ gamblin’ man”. El público de Seger es muy fiel desde hace muchísimos años y ya sabe que su ídolo les va a ofrecer una lección rotunda de classic rock, como pocos a día de hoy pueden presumir.
Llega otro momento emotivo con “Good for me”, con un interpretación sobresaliente que nos pone la piel de gallina y que tocó particularmente la vena sensible de mi querida Paulamule. La recta final del primer set llega con el medley “Travellin’ man/Beautiful loser”, dos clasicazos mezclados que son un lucimiento para la Silver Bullet Band con un Mark Chatfiled desmelenándose a mil por hora. ¡Un ciclón de banda!
El intermedio que se nutre de un “Sympathy for the devil” de los Stones sonando en los bafles y casi sin tiempo para descansar empieza el segundo set de ensueño con un trepidante “Nutbush city limits”, donde me dejo literalmente la garganta. La vacilona “Come to pappa”, la fuerza de “Her strut” y un súper-rockenrolera “Mean real bottle”, no hacen más que dejarte flipado ante tal poderío. Pero aún hay más y mejor…
El sueño se desvanece. Nos vamos con un set-list, un par de púas que nos lanzó Mark Chatfield como recuerdo y mientras dejamos atrás el Philips Arena, nos vamos pensativos de camino al hotel por las calles vacías del downtown con la sensación de haber asistido a una de las veladas más memorables de nuestras vidas.
Gracias por todo Bob.