Este verano, durante la semana que estuvimos en la capital británica, tuvimos la oportunidad mi mujer y yo de visitar unos cuantos lugares que hacen parte de la mitología de nuestra música favorita y nada mejor que empezar con el sitio que muy posiblemente todo buen turista conoce y se acera obligatoriamente cuando se encuentra en London Town. Por supuesto, estoy hablando de Abbey Road y su famoso paso de cebra inmortalizado en la portada del mismo álbum.
Desde las primeras horas de la mañana, es curioso ver a la gente agrupada e intentando emular a los cuatro Beatles cuando se pusieron a traspasar la calle. Es todo un ritual que se ha convertido en una atracción ineludible en la ciudad de Londres. Y no es tarea fácil, os lo puedo asegurar, porque aparte de la cantidad de gente presente, hay que tener en cuenta que Abbey road es una calle con bastante tráfico y que apenas te dejan inmortalizar el momento con tu cámara. Se nota que la peña que va en coche está hasta las mismísimas narices de tener que pararse en el susodicho sitio. Muchos de ellos casi ni respetan ceder el paso a los peatones y si te descuidas un poco te llevan por delante, je,je. Es un tanto circense ver todo lo que rodea ese sitio pero, para cualquiera que ame la música y The Beatles, es un lugar obligatorio para visitar.
Otro de los alicientes de la visita son los estudios de Abbey Road, que se encuentran justo frente al paso y donde los propios The Beatles grabaron muchos de sus discos. Bandas como Pink Floyd, The Pretty Things, The Zombies, The Hollies, The Shadows, David Gilmour, Syd Barrett también utilizaron en su día ese estudio para confeccionar alguna de sus obras.
Fue un apena que el día que fuimos, el edificio estuviera llena de andamios y casi no pudiéramos disfrutar de su bella fachada.
Cabe destacar el muro que separa los estudios de la acera que está lleno de grafitis hechos por los fans y donde apenas queda un hueco libre para poner el tuyo. Una escena que me recuerda mucho a la de Graceland en Memphis. Dedicatorias de todos los sitios del mundo y por supuesto la nuestra, que no podía faltar.
Fue un apena que el día que fuimos, el edificio estuviera llena de andamios y casi no pudiéramos disfrutar de su bella fachada.
Cabe destacar el muro que separa los estudios de la acera que está lleno de grafitis hechos por los fans y donde apenas queda un hueco libre para poner el tuyo. Una escena que me recuerda mucho a la de Graceland en Memphis. Dedicatorias de todos los sitios del mundo y por supuesto la nuestra, que no podía faltar.
Ah, y como colofón nos acercamos hasta la casa de Paul McCartney, que se encuentra muy cerca del lugar, concretamente en Cavendish Avenue. Una avenida muy tranquila y poco transitada. La casa apenas se vislumbra con el pedazo de portón que la franquea, pero suficiente para hacerte unas fotos y quién sabe, tener la fortuna de encontrarte con el mismísimo Macca saliendo con su coche, je,je. Como era de esperar, no tuvimos esa suerte.
Con esta entrada es un buen momento para recuperar el “Abbey Road”, con esos temas tan esenciales en nuestras vidas como son “Oh, Darling”, “Your never give me your money”, “Golden slumbers”,“Come together”, o esa dos maravillas firmada por Harrison como son “Here come the sun” y sobre todo ”Something”, una de las canciones de amor más bonitas escritas a lo largo de la historia.
The Beatles firmaban en este álbum sus últimas canciones y no cabe duda que no podían tener mejor testamento musical que “Abbey road”, todo un clásico que no envejece ni un ápice con el paso de los años.
Con esta entrada es un buen momento para recuperar el “Abbey Road”, con esos temas tan esenciales en nuestras vidas como son “Oh, Darling”, “Your never give me your money”, “Golden slumbers”,“Come together”, o esa dos maravillas firmada por Harrison como son “Here come the sun” y sobre todo ”Something”, una de las canciones de amor más bonitas escritas a lo largo de la historia.
The Beatles firmaban en este álbum sus últimas canciones y no cabe duda que no podían tener mejor testamento musical que “Abbey road”, todo un clásico que no envejece ni un ápice con el paso de los años.