THE CULT: "Electric" (1987)

¡Cómo pasa el tiempo, amigos! Y más cuando leo que este mes se cumplen ¡25 años! de un disco fundamental en la vida de muchos de nosotros como es el “Electric” de The Cult.

No sé cómo se les quedaría la cara a muchos que veneraban a esta banda en aquella época cuando salió este disco, pero la sorpresa debió de ser mayúscula. Habituados a sonidos mucho más atmosféricos, nítidos y de clara orientación gótica con “Love” o “Dreamtime”, esta nueva colección de canciones que rellenaban “Electric”, debió ser como escuchar a otra banda totalmente diferente. El binomio Astbury/Duffy siempre tuvieron el culo inquieto con la necesidad imperiosa de nunca repetir esquemas y este disco no es la excepción, es más, fue un cambio radical a texturas mucho más duras y enérgicas, con claras influencias de los maestros AC/DC.

El principal valedor del cambio no fue otro que un productor llamado Rick Rubin, que les consiguió el sonido deseado. Astbury y Duffy no estaban nada contentos con lo conseguido en las sesiones posteriores al “Love”, con Steve Brown al mando de las operaciones. Esas mismas grabaciones fueron puestas a disposición de los fans en esa espectacular y limitadísima box-set “Rare Cult”, que se editó unos años más tarde. La verdad es que no sonaban nada mal, pero gracias a Dios, recurrieron al famoso barbudo para poner en bandeja un álbum impactante, que necesitaban como el comer, y dar un paso en firme en una escena hard rockera que ya empezaba a florecer por todo lo alto.

El éxito y el resultado fue rotundo. En estos últimos 25 años, pocos discos me hacen perder la cabeza como este. Se acaba “Memphis Hip Shake” y quiero más, más y más. Es tan adictivo e indestructible que sientes la necesidad imperiosa de escucharlo cada cierto tiempo. Es parte de ti y siempre está tu lado cuando necesitas levantar tu ánimo a base de buenos guitarrazos secos, crudos y ásperos que van directos a la yugular. Están de por vida en tu mente canciones tan eternas como “Lil’ devil”, “Wilf flower”, “Love removal machine”, “Peace dog” o esa versión tan apropiada como es “Born to be wild”, que resumía perfectamente de lo que iba este monumental trabajo.

38 minutos donde ni sobra ni falta nada. Es la duración perfecta a una obra magna que ya es un clásico del Rock’n’roll y que fue la antesala al otro cañonazo mucho más ambicioso como es “Sonic Temple”, que les catapultó definitivamente como la mejor banda inglesa de las tres últimas décadas. ¿Alguien se atreve a decir lo contrario, compadres? Pues eso, a volver a disfrutarlo por enésima vez.